Motivación y Familia
LA FAMILIA COMO
PRINCIPAL AGENTE MOTIVADOR
Para iniciar, quiero retomar la
definición de familia, presentada por Manuel Barroso en su libro "La Experiencia
de Ser familia", en el cual la define como “un conjunto de personas organizado de
diferente manera. Un organismo compuesto por varios miembros, todos
importantes, con sus necesidades, capacidades, contextos y objetivos propios,
que interactúan, en una búsqueda permanente de integración y bienestar”. Esta
definición hace referencia a una visión sistémica de la familia, en donde lo
que le sucede a cada uno de sus miembros incide o afecta al resto del sistema,
de manera positiva o no.
Cada sistema familiar es único,
aunque tengan rasgos similares, las vivencias y movimiento del sistema es
distinto. No existe regla que determine como se soluciona un embrollo. Ningún
sistema es mejor que otro. Nadie es mejor que nadie, y el amor entre sus
miembros es lo que determina el actuar de cada uno de ellos. A quien
consideramos el más débil de la familia, es el más fuerte, ya que a él o a
ella, le corresponde mirar y asentir, o mostrar lo que es necesario que la
familia mire, ordene, incluya, honre y repare, para continuar con el sano
desarrollo de los diferentes miembros de la familia y de la familia en su
totalidad.
Cuando pretendemos ser mejor que
alguien en la familia, y desde la altivez queremos hacer las cosas mejor que
los padres, los abuelos o cualquier miembro de la familia, sucede todo lo contrario; repetimos la historia de la misma forma que
aquella persona a quien no queríamos imitar. Aquella a quien no queríamos
parecernos. El Alma, o ese poder invisible de la familia, nos lleva a hacerlo
igual, tantas veces sea necesario, hasta que reconozcamos que la resistencia no
nos dejará avanzar, y en la búsqueda de ese cambio, o querer hacerlo diferente,
nos caiga la locha, o hagamos el insight y nos demos cuenta que, desde la
humildad, bajando la cabeza para honrar y pidiendo el permiso a quienes no
precedieron, podemos tener su bendición para hacerlo diferente y crecer como
persona y familia.
Según Bert Helligert, padre de
las constelaciones Familiares, cada familia se rige por los principios de los
“Órdenes de Amor”, como lo son la pertenencia, la jerarquía y el equilibrio
entre el dar y recibir, aunque en momentos determinados, estos órdenes estén en
desorden. No obstante, es importante saber a qué se refieren.
La pertenencia: plantea que todos los miembros de la familia, estén
vivos o no, hayan nacido vivos y murieron a temprana edad, hayan sido abortados
de manera provocada o no, pertenecen al sistema familiar, pertenecen también
así como aquellos que fueron excluidos de manera explícita; cuando algún
miembro de la familia le dijo a otro: “ya tú no eres parte de mi familia”. “Te
moriste para mí”, y se asume a esta persona como que estuviese muerta. Este rechazo
y olvido, se debe en muchos casos a que su comportamiento ha sido considerado
indigno por la familia, de acuerdo a las reglas de esta, porque sus creencias y
conductas son diferentes a la de la familia, o bien a causa de algún hecho doloroso
para la familia como lo son las enfermedades mentales, las adicciones,
comportamientos considerados inadecuados por la familia y la sociedad, o
cualquier otro hecho que haya llevado a que ese miembro fuera excluido.
La persona excluida será representada
por un miembro de generaciones posteriores hasta que sea mirado, reconocido,
honrado e incluido por otro miembro del sistema familiar. En otros casos, es la
persona quien decide excluirse a sí misma diciendo “Yo no pertenezco a esta
familia” y se aleja. Sin embargo estos hechos no limitan o retiran el derecho
de pertenencia, ya que este derecho se mantiene intacto, independientemente de
las circunstancias, y a pesar de que no se le nombre o recuerde. El alma y conciencia Familiar se encargará de
mantener presente a esta persona y de hacer que las generaciones venideras lo
puedan mirar a través de otros miembros, cuya fisonomía, forma de actuar,
comportamientos, gestos, profesión u otras características sean similar a la
persona excluida, ya que la conciencia del sistema familiar, no permite la
exclusión de ningún miembro, por cuanto TODOS pertenecen y este derecho de
pertenencia es reclamado por el sistema.
Jerarquía: Se refiere al lugar que ocupa cada miembro de la familia
dentro del sistema familiar, según el orden de llegada a este mundo. Los
primeros ocupan un rango superior a los que llegaron después. Quien llegó
primero seguirá siendo el primero, aunque no esté presente físicamente; los
bisabuelos, los abuelos, los padres y los hijos siguen ocupando el lugar que
les corresponde, aún después de estar fuera de este plano terrenal; los
bisabuelos, siguen siendo bisabuelos, y los abuelos no pueden ocupar su lugar,
así como los padres no pueden ocupar el lugar de los abuelos, ni los hijos
pueden ocupar el lugar de los padres. Sin embargo, la hija será la madre de sus
hijos y abuela de sus nietos en la línea descendiente. Aunado a ello, de
acuerdo al orden cronológico, el que nació primero seguirá siendo el primero,
aunque haya nacido y haya muerto a los pocos días, sea un aborto, o haya muerto
a temprana edad. El primer hijo, sigue siendo el primero aunque haya fallecido
a los pocos minutos de nacido, aun cuando su embarazo haya sido interrumpido,
el segundo hijo será el segundo, ya que el lugar del primero sigue
manteniéndose en el tiempo y en el espacio, su lugar seguirá intacto y el
sistema se encargará de hacer que se respete dicho orden.
Equilibrio entre el Dar y Recibir: Expresa que los padres, por
amor, dan la vida a sus hijos, y los hijos la reciben con todo lo que implica
la vida. Sin embargo, los hijos no pueden devolver la vida a sus padres, por lo
tanto serán dadores de vida a través de sus hijos, nunca a través de sus
padres. Entretanto, expresaran todo lo bueno, o no tan bueno, que le fue dada
con la vida, en su relación de pareja, con sus amigos, compañeros de trabajo o
con cualquier persona con quien lleguen a relacionarse.
El equilibrio también hace
referencia a cualquier injusticia cometida con, o por un miembro de la familia
en una generación anterior, y que no fue saldada en dicha generación. Será
saldada o compensada por un miembro de la familia en generaciones posteriores,
indistintamente, que conozca o haya conocido a ese miembro de su familia con el
que está implicado, o se identifique, aún sin saberlo.
Estos desórdenes, van a generar los “embrollo” en el sistema
familiar, que se puede observar en las familias cuando la jerarquía no se
respeta, y son los hijos quienes asumen
el rol de los padres; porque los padres se sienten pequeños ante sus hijos y no asumen la autoridad que les
corresponde, o cuando un hijo menor
asume el lugar de su hermano mayor, o cuando en la pareja el hijo asume
el rol que le corresponde al papá, y la hija asume el rol de mamá; en cuanto a
cuidados y atenciones se refiere, o
cuando son los abuelos quienes asumen la autoridad y determinan las normas
dentro del hogar. Estos embrollos, aunados a la exclusión de algún miembro de la
familia, y a la necesidad de querer hacerlo igual o diferente a los padres, a los
abuelos, bisabuelos o algún miembro de la familia, es lo que motiva a las
personas a actuar de una manera u otra, con la pareja, los hijos, o con
cualquier miembro del sistema familiar en esa experiencia de ser familia.
Recordemos que es la familia el primer lugar en el que nos sentimos pertenecientes y vinculados a algo y a alguien, es el lugar de contacto, de afecto. Es donde aprendemos a relacionarnos; inicialmente con mamá y papá y luego con los otros. Aprendemos a comunicarnos, a abrazar, a experimentar, nos sabemos especiales, queridos, tomados en cuenta. En ella adquirimos los valores y principios que regirán nuestra vida y nos permitirán sobrellevar aquellas situaciones adversas que se presenten a lo largo del andar por la vida.
En la familia podemos encontrar
factores de protección o de riesgo que nos permiten permanecer unidos,
empoderados, motivados en positivo y
a buscar y mantenernos el bienestar, o en negativo; aislados,
vulnerables, sin rumbo, buscando fuera de casa lo que la familia no es capaz de
entregar, llegando muchas veces a caer en adicciones y situación de calle. De
ahí la importancia de reconocer y/o recordar los factores de protección y mantenerlos
presentes en el desarrollo del rol que nos corresponda desempeñar en la
familia, en pro de contribuir a formar personas íntegras.
Dentro de los factores de
protección en la familia encontramos:
- Las Normas claras y precisas
establecidas y sostenidas por ambos padres delante de sus hijos, indistintamente,
que los padres entre sí no estén totalmente de acuerdo. Evitando la
desautorización de uno, o del otro (padre o madre).
- Los Espacios de comunicación en
el que los padres se interesan verdaderamente por sus hijos, así como, por las
actividades que estos haya realizado durante el día. La pregunta de ¿cómo te
fue hoy?, ¿qué aprendiste?, es importante. Así como el espacio de tiempo para
escuchar la respuesta de los hijos, con esa mirada directa a los ojos, que
denote la atención que se le esté prestando y que el hijo pueda percibir que
sus padres se interesan en lo que ellos están diciendo, y que ellos como hijos
son verdaderamente importantes para sus padres.
- El Tiempo de calidad, aunque no
se destine tantas horas al día, hay que dedicar un espacio para realizar alguna
actividad en familia que sea del agrado de todos sus miembros, como los juegos
de mesa, el preparar una nueva receta, ver una película y comentarla, u otra,
que la familia considere, ya que esto fomenta la vinculación entre sus miembros
y fortalece las relaciones familiares.
- El Reconocimiento de los logros
y avances de los hijos, por pequeños que estos sean, lo que afianza la
costumbre de expresar felicitación y reconocimiento al esfuerzo, empeño y dedicación
de la persona. Un ejemplo de ello es la felicitación por los logros escolares,
la aprobación de un examen y de un año escolar, por el avance en el desarrollo
de una destreza; siendo esto el principal motivador para seguir adelante, y no
el premio tangible que se le pueda otorgar. Recordándole a los hijos que este
desempeño escolar es una responsabilidad, y no un contrato que al final tendrá
una gratificación especial.
- El Tener presente las fechas y
eventos importantes para los miembros de la familias y hacerle saber a la
persona que está presentes en nosotros; a través de una llamada, un mensaje de
texto, una nota de voz o cualquier otro medio que se pueda utilizarse para
decirle que la amamos, que es importantes para nosotros, que nos acordamos de su
cumpleaños, aniversario, boda, graduación, o cualquier otro evento que sea
importante. Si nuestra memoria no es tan buena, acostumbremos a anotar esas
fechas en un lugar visible que nos permita recordarlas.
-
EL Retomar las visitas familiares, que han sido restringidas en el
confinamiento, ya que ello permite disfrutar del contacto, del abrazo, de sentirse
presente y cercano al otro, o a los otros. Más aún en este momento en el que
los cercanos físicamente se han vuelto más distantes, y los distantes
físicamente, están cada día más cercanos por el uso de la tecnología.
- El Regular el uso de los
celulares y de la tecnología, limitando su uso en los momentos de compartir en
familia, incluso durante el momento de ingerir los alimentos en la mesa, ya que
ello disminuye la atención que se puedan brindarse los unos a los otros.
-El conocer los amigos y la
familia de los amigos de nuestros hijos, lo que disminuye de alguna manera la incertidumbre
de con quién están y qué hacen nuestros hijos cuando están fuera de casa.
Si bien es cierto que la
ejecución de los aspectos anteriores, corresponden principalmente a los padres,
es importante tomar en cuenta que en la actualidad las familias se encuentran
disueltas, por lo que se puede encontrar familias en donde permanecen presentes
ambos padres, otras en donde está presente solo uno de ellos con los hijos, en
unas no está ninguno de los dos, sino los abuelos con los nietos, los hijos con
los tíos, o con cualquier otro miembro de la familia. En estos casos, no
importa que miembro de la familia propague los factores de protección, sino que
se implementen, y sea modelado permanentemente dentro del sistema familiar, ya
que lo vivido en familia sirve de motivación para avanzar.
A cada uno de los miembros del
sistema familiar le corresponde desempeñar un rol dentro del sistema, así como emprender
acciones que modelan, pronunciar palabra motivantes que sirven de aliciente
cuando nos sentimos desmayar, tales como; “sigue adelante que tú puedes”, “no
te rindas”, “falta poco para que lo logres”. Además de ofrecer un abrazo sin
palabra, que te haga sentir acompañado. En otros casos, solo comportarse y
actuar positivamente ante las adversidades, lo que se convierten en un legado
modelado por nuestros antecesores, relacionados con el SER, HACER Y TENER.
Algunas veces, de manera consciente
elegimos SER, HACER o TENER lo que era, hacía o tenía algún miembro de la
familia con quien nos identificamos y estos nos motivan a seguir su ejemplo. Otras veces lo repetimos de manera
inconsciente, por las lealtades invisibles que atan a los miembros de la
familia y su deseo de pertenecer al
sistema familiar, a través de la buena conciencia que nos lleva a hacer las
cosas tal y como se ha hecho durante toda la vida en la familia, y repetir esos
patrones una y otra vez, de generación en generación, ya que si se hace de
manera diferente, la persona estaría actuando desde la mala conciencia, al
salirse de ese patrón. El hacerlo diferente puede llevarnos a sentirnos
culpables y a creer que estamos “traicionando” al sistema, hasta tal punto de
ser nosotros mismos, quienes nos excluimos, para disminuir nuestra culpa.
Por otro parte, existe el libre
albedrío, que nos permite elegir de manera consciente, siempre en base a los
modelos que tuvimos, en cuanto al SER, HACER O TENER, aspecto que nos conforman
y caracterizan y van a definir las personas que somos y seremos en todo momento
de nuestras vidas, que si bien nos definen particularmente, son referenciadas
de nuestro sistema familiar.
Si nos detenemos a observar nuestro
sistema familiar, podemos darnos cuenta, como nuestros padres modelaron el SER,
cada uno desde su rol y la representación de su género respectivo, de acuerdo
al contexto y las experiencias que vivieron.
Recordemos que El SER está
representado por todas esas características personales y valores que definen y
diferencian a una persona de otra: el ser cariñosa o afectuosa, amable,
tolerante, responsable, puntual, constante, humilde, arrogante, solidario,
amigable, sociable, comunicador, emprendedor u ordenado, entre otras.
Características que con frecuencia vemos en los miembros de nuestros sistemas
familiares y nos motivan a imitar ese SER como ellos, el poder decir, yo quiero
ser, o me gustaría parecerme a mi abuela, mi abuelo, mi papá, mi mamá, a un tío
o tía en particular. Me gustaría parecerme a ellas o a él, en su solidaridad,
responsabilidad, o en lo cariñoso que era.
También nos podemos referir al
SER como, ser familia, al sentirnos parte, arraigados y entrelazados como miembros
de ese sistema familiar, que está en constante movimiento formando vínculos;
unos más fuertes que otros, que destaca por la calidad de las relaciones entre
sus miembros. El cómo nos comunicamos unos con otros, como expresamos el amor
hacia los demás; hacia los más grandes y los más pequeños, como expresamos el
respeto de los mayores entre sí, de los menores hacia los mayores, y de los
menores entre ellos. Como se delegan las tareas y funciones de cada miembro,
como se trabaja en equipo, quien asume el liderazgo, quien provee, quien
decide, quien administra. No hay un modelo mejor que una familia para
mostrarnos la construcción del SER, e incluso el cómo funciona una organización
y motivarnos a ser Familia. Una familia que nos enseña con el ejemplo a ser,
padres, hijos, hermanos, tíos, primos, abuelos.
Y no necesariamente a ser los mejores o peores, porque no se trata de
eso, simplemente, se trata de SER y seguir siendo familia, indistintamente, que
en tiempos como los actuales nos encontremos lejos uno del otro.
El HACER, relacionado con todas
esas destrezas y habilidades en el desempeño de roles, encontrando a nuestras
mujeres ejerciendo, de una manera empírica, por ensayo y error la función de
niñeras, enfermeras, maestras, administradoras, chef, contadoras, gerentes,
psicólogas, psicopedagogas. Cuyo desempeño ha servido de motivación, para que
con el tiempo, sus descendientes eligieran, de manera consciente o inconsciente
(por lealtad), profesionalizarse en dichas carreras.
En el caso de los hombres;
nuestros bisabuelos, abuelos y padre, fueron grandes agricultores, generalmente,
ausentes en el hogar, ya que, les tocaba pasar mucho tiempo fuera de casa
cultivando y cosechando la tierra para poder proveer el alimento a sus
hijos. Posteriormente, con el éxodo del
campo a la ciudad tuvieron la necesidad de aprender las labores, desconocidas
hasta ese momento; formándose entonces los albañiles, electricistas,
carpinteros, herreros, panaderos, latoneros, choferes, barberos y otros tantos
oficios.
El desempeño de esos roles han
sido los grandes motivadores de los hijos, nietos y bisnietos para la elección
de ese HACER en la formación profesional y, para hacerlo igual o diferente a
esos ancestros que con su modelaje han permanecido presentes de generación en
generación.
En este HACER, cabe referenciar
el hacer familia, referido a la construcción, inicialmente de una pareja, y que
con el nacimiento de los hijos y su triangulación, nos permite conformar una
familia, que se construye desde lo vivido por cada miembro, porque, como
sabemos no existe un manual que nos enseñe a ser padres, hijos, abuelos, nietos
o a desarrollar cualquier rol. A través del ensayo y error nuestros abuelos
construyeron su familia, nuestros padres hicieron lo suyo, nosotros hicimos lo
propio y, a nuestros hijos le corresponderá hacer su parte.
En la medida en que han
transcurrido las generaciones, hemos podido observar los diferentes modelos que
nos presenta nuestro sistema familiar y de ellos tomamos, lo que consideramos
que se ajusta a nosotros para repetirlo, no como alfareros que moldean, sino
como padres que modelan el hacer familia y el quehacer en la familia.
En lo que respecta al TENER,
está relacionado con el logro de lo
tangible, de lo material que fue inspirado o motivado por lo que vimos lograr
en nuestra familia; la casa, por humilde
que fuera, una profesión, un compañero o
compañera de vida (casados legalmente o no), un carro, muchos o pocos viajes.
Todo, igual o diferente a nuestros padres, o miembros del sistema. El tener ha
sido una de las grandes carreras que ha marcado la vida de muchos. Algunos, sin
importar a quien se llevan por delante para alcanzar tener. Anteponen el tener
y llenarse de cosas y objetos materiales, por encima del SER, incluso por
encima de ser familia y tener familia.
Tener una familia, y no tenerla
por tenerla; se trata de un PROCESO consciente que va desde la conformación de una pareja, hasta la
procreación y crianza de los hijos, como un acto responsable, que parte del
amor y continúa gestándose y
desarrollándose con amor durante toda una vida, independientemente, de que la
pareja permanezca junta, o el nido quede vacío,
ya que esos lazos permanecen en el tiempo y en el espacio; por
cuanto que no dejamos de tener un papá y
una mamá, no dejamos de tener un hijo, un hermano, un sobrino, un nieto, una
abuela y un abuelo. Ellos están y estarán siempre en nosotros ocupando su
lugar, el lugar que le corresponde por derecho de pertenencia y jerarquía.
Con el incremento de las redes
sociales y los grupos que se han formado para seguir al cantante de moda, al
actor, actriz o cualquier otro que se le
ocurra subir a las redes cualquier cosa, los niños y jóvenes pasan la mayor parte tiempo conectados con los
otros ajenos a su clan, dejando a un lado las vivencias propias de la familia;
el compartir la comida, el sentarse juntos a ver la televisión, realizar tareas
del hogar en conjunto, compartir la lectura de un cuento con los más pequeños,
sentarse a jugar, disfrutar de un paseo en familia. Actividades estas que
permiten dedicarnos espacio y tiempo, así como crear los vínculos, tan
necesarios entre los miembros de la familia.
La pandemia, que inició a mediado
del mes de marzo de 2020, nos ha llevado, de manera abrupta, de vuelta a casa y
permanecer durante todas las horas del día en ella, en presencia de unas
personas; pareja, hijos, padres, entre otros, con los que compartíamos ya muy
poco, cuyo estar crea malestar, porque
nos volvimos, verdaderos desconocido para aquellos con quienes vivíamos, sin convivir, a quienes veíamos sin mirar, a quienes oímos, sin escuchar, a
quienes rosábamos sin sentir. Lo que ha generado conflictos por lo intolerante
que nos hemos vuelto, por no estar verdaderamente presentes. De ahí la
importancia de detenernos de manera consciente para rescatar aquello
maravilloso que la familia nos había brindado durante muchos años: un espacio
seguro para estar, para salir y entrar, donde recibimos educación, orientación,
cariño, valores, tradiciones y costumbres que siempre estarán presentes en
nosotros.
Recordemos que seamos conscientes
o no, en nuestra familia nos volvemos motivadores, pasamos a ser una referencia
para nuestros hijos, hermanos menores, sobrinos, e incluso para personas que
sin ser nuestros familiares, ven en nosotros ese modelo de constancia,
dedicación, responsabilidad y compromiso, a seguir. Nos ven como aquella
persona, que a pesar de las limitaciones, las caídas, los altibajos, a lo largo
de los años, ha demostrado que es posible lograr lo que nos proponemos, aunque
aún haya metas por cumplir. Y siempre las habrá, ya que esa dinámica es lo que
nos hace sentir que estamos vivos, que hay cosas por hacer, sueños por lograr.
De lo contrario, estaríamos muertos.
Los aspectos mencionados y el estar consciente de ellos, y del rol que nos corresponde desempeñar dentro de nuestro sistema familiar, bien como padre, abuelos, tíos, hijos, sobrinos o cualquier otro. Así como el lugar que ocupemos dentro de la jerarquía; anteriores o posteriores a nosotros, nos debe servir de motivación permanentemente para detenernos a revisar qué y cómo lo estamos haciendo, y cómo lo hicieron nuestros antepasados, ya que en el caso de los anteriores; nos sirve para tomar su legado, y en el caso de los posteriores, para dejar nuestro legado.
No nos corresponde evaluar,
juzgar o enjuiciar a nuestros antepasados, ya que nuestros padres, abuelos y
todos nuestros ancestros hicieron lo mejor que pudieron con las herramientas
que poseía, con lo que sabían y tenían, en el momento histórico que les tocó
vivir. De esa manera estuvo bien para ellos y también para nosotros. Nos
corresponde comprenderlos, desde el alma y el corazón, más que entenderlos
desde la mente y la razón. Para nosotros está bien decirles: “papá, mamá,
abuelos y abuelas, como lo hicieron está bien para ustedes y también para mí.
Los acepto, los honro y los llevo en mi corazón, gracias por ser mis modelos y
mis grandes motivadores. Me comprometo a hacer mi parte y ser mi mejor
versión”. Siempre que estas frases sean dichas desde el sentir, nos llenará de
fuerza para continuar siendo, haciendo y teniendo lo que nos corresponde SER,
HACER Y TENER en nuestro presente y futuro.
Cabe destacar que muchas personas
piensan que para estar motivados o motivarnos, tenemos que estudiar los
escritos de grandes motivadores o formarnos para ello, sin embargo, estoy
convencida de que las cosas más sencillas, en el diario vivir de nuestro
sistema familiar pueden llegar a motivarnos para emprender acciones encaminadas
a lograr lo que un día nos propusimos, o nos planteamos como meta y por lo que
estamos trabajando.
En este particular, la invitación
es a detenernos y hacer una retrospección para darnos cuenta, qué y quién de
nuestra familia nos ha motivado para SER, HACER O TENER lo que hoy somos,
hacemos o tenemos en cualquier área de nuestra vida, así como preguntarnos ¿a
quién queremos y podemos motivar?, ¿cómo podemos motivar a otros miembros de
nuestro sistema familia?, ¿qué podemos hacer para ser y mostrar nuestra mejor
versión de nosotros? No para él otro, o
los otros, sino para nosotros mismos; sabiendo que nadie da lo que no tiene, ni
muestra lo que no es. Se vive viviendo y se aprende haciendo. Hagamos que cada
día valga la pena vivirlo con alegría, motivados y motivando a otros,
principalmente a los nuestros.
En mi caso particular, quiero
compartir con ustedes el resultado de mi retrospección, en la que me di cuenta
que mi padre y mi madre fueron mis más grandes motivadores. Mi padre, fue el
mayor modelo, en cuanto al SER y TENER se refiere. Él con su constancia,
perseverancia, capacidad de administrar el poco salario que ganaba, y su
disposición para ahorrar, con su firme propósito de comprarse su carro. No
dejándose llevar por los agentes externos, pudo lograr su sueño, trabajando con
mucho ahínco durante, aproximadamente once (11) año. Sin embargo, lo primero
que compró fue una esterilla, la cual mantuvo sobre su escaparate durante el
tiempo que tardó en comprar su carro (diez años después de comprar la
esterilla). Muchos se reían y le decían, en tono de burla; “No te falta nada”,
pero eso era un aliciente para permanecer perseverante, haciendo lo que tenía que
hacer, dentro de los términos legales para lograr su sueño.
Mientras transcurría el tiempo
entre su sueño y la manifestación del mismo, mi padre tuvo que aprender a
manejar un vehículo automotor, por cuanto que, siendo un agricultor sólo sabía
cómo trabajar la tierra, las estaciones de la luna y cuál era el mejor tiempo
para sembrar, así como los frutos que se sembraban en cada época del año;
“manejando” en esa época las bestias (burro, macho, yegua). Razón por el cual,
tuvo que adquirir el conocimiento y desarrollar la habilidad y la destreza
(relacionado con el HACER), para poder manejar su auto.
Llegado el gran día, al comenzar
a subir los casi trescientos (300) escalones, que había entre la entrada del
barrio y la casa donde vivíamos en ese momento, en el Municipio Sucre, en el
estado Miranda, mi padre, mantenía entre sus manos las llaves del carro y
sonreía con tanta felicidad, que contagiaba a todos los vecinos que sabían del
gran sueño que mi padre tenía. Imaginen entonces, la felicidad que teníamos
nosotros sus hijos, al ver ese sueño cumplido. Ese fue mi mayor lección de
“auto- motivación”. Y auto, no solo porque está relacionado con el carro, sino
que fue una motivación que permaneció con él, aunque muchos creyeron que no
podía lograrlo. Sin embargo, ese carro representaba para él una fuente de
trabajo y otro ingreso familiar que le permitiría sacar a su familia adelante;
su mujer, su madre y a sus doce (12) hijos.
Muchos de los amigos de mi padre dudaban
e incluso le decían: “¿cómo vas a comprar un carro si tú no tienes dinero y con
lo que ganas no lo vas a poder comprar?”, “¿cómo vas a reunir el dinero, con
tantos muchachos que tienes que mantener?”. A pesar de esas frases nada
alentadoras, mi padre tenía como agente motivador a sus hijos y al futuro de
estos. Además de tener claro que lo que quería y soñaba era un carro, por lo
tanto, se veía a sí mismo manejándolo. Él sabía que iba a ser para su beneficio
y el de su familia. Para mí, que soy la mayor de sus doce hijos, fue y sigue
siendo el mayor ejemplo de motivación familiar, y como ese puedo mencionar
muchos otros tantos ejemplos de mi sistema familiar, así como de otros tantos
sistemas familiares que he atendido a lo largo de mis años de servicio, lo que
me ha llevado a confirmar; por una parte, que si podemos lograr lo que nos
proponemos, sin importar cuanto tiempo transcurra entre el sueño y el logro del mismo, y por otra, que la
familia es el principal agente motivador.
Olivia Brazón
Especialista en Asesoramiento y Consultoría en Educación Familiar
Terapeuta sistémica en Constelaciones Familiares
Excelente ❤️❤️ Honor al Ser lleno de luz y amor en sus palabras
ResponderBorrarGracias, se lo haré extensivo
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