Motivación para SERVIR
Motivación para
SERVIR
Muchas veces asumimos la acción
de SERVIR, asociada a una condición
de debilidad o posición en desventaja de la persona a quien servimos. Incluso en
ocasiones cuando reaccionamos frente a una petición que nos hacen, decimos “no
soy tu servicio”, pensando que el servir tiene que ver con una posición que nos
pone en minusvalía con respecto al otro y realmente la esencia del servir no tiene
que ver con eso, es todo lo contrario. Servir
es la valiosa oportunidad y situación privilegiada de estar en la posición de
ayudar y no de ser ayudado.
Servir incluso no siempre desde
la abundancia, lo cual también tiene un mérito y me refiero a abundancia en recursos,
tiempo, sino incluso desde la carencia o el esfuerzo adicional que implica el
servir en algunas ocasiones. Cuando ayudamos a otros, incluso estando también
nosotros en la relativa posición de ser ayudados, tiene un mérito mayor. Algunos
se acercan al altruismo, otros aún estamos muy lejos de serlo. Ahí es cuando
puedo desprenderme de algo o hacer un esfuerzo adicional porque entiendo que el
otro lo necesita mucho más o para contribuir con cierta alternabilidad o equilibrio
de la carencia.
Servir tiene que ver con una
condición en la que me he desprendido de algunos mitos sobre lo que implica
estar al servicio del otro. Esa frase tan hermosa que sigue en ocasiones a
cuando nos dan las gracias o las damos, esa frase de: “estoy para servirle”.
Cuando nos la dicen a nosotros cómo reaccionamos, valoramos lo que eso
significa o en ocasiones al pagar un servicio ¿creemos que lo que la persona
está haciendo es solo parte de su trabajo? No es así, podemos recibir un
servicio con una muy mala actitud de parte de quien lo presta, o podemos
recibirlo de personas que nos conectan con una condición humana que lo distingue
del otro. Y eso no solo tiene que ver con su trabajo, sino con aquello que en
esencia le distingue como ser humano.
La Servicialidad es un valor, y yo diría por la experiencia y la observación
afinada que he hecho acerca del tema, que la servicialidad puede tener un nivel
de expresión en el comportamiento. Cuando la tenemos como valor la expresamos
en cualquier ámbito de nuestra vida y frente a la mayoría de las personas. No
distinguimos para eso, somos así y nos mostramos así, porque cuando comenzamos
a hacer distinciones y pensamos o decimos: soy servicial con tal o tales personas, o bajo tales situaciones, tal vez
entonces se trata de un comportamiento tendencialmente orientado a la servicialidad,
con algunos condicionantes que me voy poniendo, pero no de un valor.
En ese escenario no tengo ese
valor, por lo cual en algunos casos prescindo de la manifestación que en
esencia se muestra más asociado al anticiparme a las necesidades del otro antes
de que exprese la solicitud en forma directa. Por ejemplo, si algún vecino o
amigo, me pide que lo lleve en mi carro cuando ya estoy a punto de salir, estoy
actuando con servicialidad al llevarlo, pero en cierta forma es condicionada a
la petición directa, pero cuando me anticipo a su necesidad y le llamo para
plantearle que sé que no tiene facilidad de como trasladarse, que dentro de
poco saldré, y con gusto le llevo si lo necesita, esa es la expresión genuina
de servir y anticiparse.
Lo que quiero poner en claro con
este ejemplo es que la servicialidad se acerca sin temor al otro, a poner a su
servicio aquello que sé que necesita. Esto no tiene que ver con aceptar
conductas abusivas o el inhibirme para futuras ocasiones cuando la persona a
quien he servido no da en retribución comportamientos similares al mostrado por
nosotros. Incluso algunas personas cercanas a nosotros podrían incitarnos a
dejar de ser así y creo que la respuesta correcta es que no somos nosotros los
que estamos equivocados. Ilustro esto con una historia que leí en una ocasión
en la que se describía a dos jóvenes amigos que todos los días trotaban por la misma
ruta y uno de ellos al pasar por un quiosco de venta de periódicos saludaba amablemente
al dueño, quien en ocasiones respondía muy mal y en otras no lo hacía. En uno
de esos días el joven insistió en saludarle y no respondió, ante lo cual el
amigo le preguntó que por qué insistía en seguir saludándolo si no retribuía
con la misma actitud, y el joven sabiamente respondió, es que no quiero que sea él quien me cambie a mí.
Creo en esencia en la lección que
hay detrás de esta historia. Nosotros no estamos equivocados cuando actuamos
bien o cuando servimos al otro. No siempre vamos a recoger la misma actitud de
ellos, pero la vida se encarga por la ley de la reciprocidad de ponernos en sintonía
o sincronía con una situación en la que nosotros seamos los que podamos recibir
un servicio de los demás o algo fluye de forma inesperada y mágica, esa es la
expresión de la reciprocidad.
No servimos al otro para recibir
algo a cambio, servimos para apoyar, para mostrar una expresión de nuestro SER,
incluso como expresión de agradecimiento en el sentido de querer retribuir en
el otro lo que en bien he tenido la oportunidad de vivir, tener, o recibir.
Tiene que ver también con bondad, como una expresión de apoyo que en las
convulsionadas realidades de los espacios cotidianos en los que muchos vivimos,
ha dejado de estar presente. Tal vez como medida de protección ante el riesgo de
la inseguridad personal que nos ha hecho cada más temerosos.
La expresión de la servicialidad
es un valor que debe seguirse cultivando e instalando en las nuevas generaciones,
desde la familia como ese espacio privilegiado de contención y protección.
El servir tiene que ver también
con la empatía porque partimos de ponernos en el lugar del otro en lo que debe estar
pensando o sintiendo ante la situación que está viviendo, con esa conexión real,
con el compromiso, la ayuda, la sensibilidad personal y social.
La servicialidad en esencia nos
pone frente a la reflexión de si ¿soy una persona servicial, o solo lo soy ante
determinada personas y situaciones o ante determinadas situaciones personales
cuando puedo, cuando tengo el tiempo, cuando me sobra el dinero, cuando tengo
la facilidad?
Estar motivados para la servicialidad
es reconocer que esta es la expresión bondadosa y agradecida de todo lo que tenemos,
sea mucho o poco. A lo mejor tenemos un poco más de fortaleza emocional que el
otro y podemos apoyar a quien esté abatido, o tenemos un poco más de recursos y
podemos apoyar materialmente al que esté peor, o tenemos un poco más de tiempo
y podemos apoyar al que esté colapsado con muchas responsabilidades a la vez.
Siempre hay situaciones en las que son requeridos nuestros servicios. No se
trata de dejar que haya situaciones abusivas, los límites los establecemos nosotros
desde el sentido común y la intuición que nos ayuda a tomar sabias decisiones.
Estar para servir es a estar
atento al otro a sus necesidades y requerimientos y además hacerlo con agrado.
No es lo mismo decirle al otro “está bien”, de una forma seca, que el hacerlo
de forma cálida y decir “con mucho gusto, estoy para servirle, cuenta conmigo”. Ya hemos visto que el lenguaje tiene mucho
poder, hablamos de eso en el artículo de Motivación
y palabras mágicas, así que utilicemos el “servir”, “estoy a la orden”, “con
mucho gusto”, como palabras y frases que integran esa magia a la que nos
referíamos. Es servir y desprenderse de la idea de que el otro te debe algo por
lo que hiciste por él. Soltar es tan importante como servir. No hay factura por
cobrar cuando prestamos un servicio.
Servir al otro con las manos,
mente y corazón abiertos. Tampoco es hacer algo por el otro y comentarlo a
todos o criticar, juzgar o quejarse por lo que tuve que hacer. Allí se rompe la
cadena mágica de la servicialidad y me desconecto de una acción elevada para
conectarme con vibraciones de muy baja frecuencia. Perdemos la fuerza de la
intención inicial.
Debemos estar claros por qué
hacemos lo que hacemos y del por qué servimos al otro. No es lo mismo hacerlo desde
la convicción que desde la obligación, porque desde la obligación yo no estoy mostrando
el valor de la servicialidad, sino la expresión tal vez de la obediencia, o el
temor a las consecuencias si no lo hago, o a la disciplina, o estoy midiendo el
actuar conforme a las expectativas que otros tienen sobre como debería actuar
yo.
La servicialidad es la voluntad
plena, absoluta y desprendida de querer hacer algo sin esperar recibir, sin sentirnos
obligados u observados.
Nos seguimos leyendo.
Arelis Ramírez
Excelente 👌 artículo. Me encantó. Servir es mostrar amor a nuestro prójimo y agradecimiento con la vida. Debemos buscar oportunidades para poder servir. Cuando servimos a nuestro prójimo solo estamos al servicio de Dios. Nuestra caridad y fe aumentan cuando tendemos nuestra mano solidaria.
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